Se han
teñido de bronce
los
atardeceres de cobijo
abrazos
de cuerpos cálidos,
susurros
de pisadas apresuradas
sobre
la seca hojarasca.
El
arrebol de tus ocasos
me ha
abrigado
sembrándome
de caos
en tardes
de opresiva lluvia de nostalgia
silenciando
abruptamente el corazón
en
llamas.
El
murmullo agrietado de los arboles
al
desnudarse,
son el
manto oculto
de
toda caricia quebrantada,
alcoba
templada de nuestro desabrigo furtivo.
Danzamos
descarriados dentro del vendaval
que es
morada, hogar,
de
deseos
acunando
sueños
amanecer
de unos alientos
cansos,
extenuados,
cubiertos
con lienzos de amarillenta claridad
bajo el
infinito peso de tu tristeza…Otoño.
Hola, en donde yo vivo, Buenos Aires, el otoño es mi estación preferida. No encuentro allí tristeza, por lo general con días tibios con mucho sol, sin viento, casi sin nubes, belleza amarilla y naranja en los árboles. El invierno queda lejos y el cuerpo se siente bien, un café, música, caminatas.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por tu visita, es mejor dejar el invierno lejos y reconfortarnos en la calidez otoñal, aunque tenga su halo de nostalgia.
EliminarHablas de tristeza otoñal en el último verso, pero sinceramente a mí no me lo parece. Nostalgia, tal vez... En cualquier caso, precioso poema, Inma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por tu visita, Rebeca. Cierto, el otoño está repleto de nostalgia .
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