Pasa el tiempo entre susurros y versos,
la poesía con cada estrofa simuló
el arrebol en sus mejillas,
cubiertas del dulce y suave rubor
que le regaló la vida.
Atrás, en lejanos ocasos quedó difuminada
la agonía, efímera,
pasajera,
de saber que todo concluye.
Que las luces del alba se apagan sin volver a
encender las candelas,
que
las miradas oscurecen,
marchitan en flores muertas,
las caricias se calman,
se debilitan
y
se agotan,
dejando desiertos y vacíos los cuerpos
áridos.
Que cada silencio
es un verso de tu boca,
cuando enmudece,
cuando se seca.
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