El día que respiré en la provincia de Burgos descubrí, en silencio, que eras el aire que me faltaba.
Cambiaba el bravo oleaje, rudo, salvaje, que tanto amo de mis noches en calma para mecer mis sentimientos, mis gritos y mis sigilos en el dulce vaivén del mar de tus colores.
Sentía que cada una de las horas que pasan hollando tu hierba fresca, eran y serán, mi reposo, el refugio que mi alma necesita.
Contemplarte, escucharte, acariciarte con y en los sentidos, son el brusco renacer de la pasión a borbotones por la piel.
Vivir.
Soñar.
Cerrar los ojos despertando a las mañanas de verdes trigos, de fríos vientos plagados de ardientes besos, de incendiadas amapolas
bajo el dorado calor de tus tierras en llamas.
Eres ese aire que me abrasa, que me da impulso, que sujeta mi mano, que me ciñe , que me hace habitar, respirar y existir.
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